quarta-feira, 1 de julho de 2009

The New York Times, e Notícias 24 (Venezuela), artigo de Vargas Llosa sobre o golpe. Sugestão de Paulo Araújo.

Notemos os processos de tradução empregados na Venezuela, para indicar a pessoa do ditador Chavez. No texto de Llosa, ele é apenas Mr Chavez. Na notícia dos aduladores e do adulado venezuelano, ele é El Primer Mandatario venezolano...e assim por diante. A lingua ditatorial munda tudo, sobretudo os títulos...RR

En las semanas previas al golpe de estado que sacaría de su puesto como gobernante al presidente de Honduras, Manuel Zelaya, éste sabía exactamente lo que estaba haciendo. Pues al tratar de imponer un cambio constitucional que le permitiese la reelección, Zelaya estaba tendiendo una trampa para los militares, en la cual estos cayeron, convirtiendo a un presidente impopular en una celebridad internacional.

Aunque el golpe de estado cuenta con el apoyo popular en Honduras, éste también le ha dado la oportunidad al Presidente Hugo Chávez para tomar una posición moralista al respecto. Los líderes del golpe, quienes trataban de prevenir que el Presidente Chávez tuviese una mayor influencia en Honduras, le podrían terminar cediendo más fuerza en la región.

El Primer Mandatario venezolano apoyó inmediatamente al Presidente Zelaya. Hasta el punto en que amenazó a Honduras con acciones militares y fue a Nicaragua, donde se estaba llevando a cabo la reunión del ALBA, la cual sirvió como la oportunidad perfecta para apoyar los esfuerzos de Zelaya.

La Organización de Estados Americanos también condenó el golpe de estado y su secretario general fue a Nicaragua donde se estableció un encuentro para discutir este punto. Por su parte, el Presidente Chávez envió un avión para que transportara a Zelaya al encuentro, además de recibirlo en el aeropuerto de Managua.

En los medios de comunicación hispanos la información que se ha manejado en los últimos dos días es que el Presidente Chávez y sus aliados están trabajando por la democracia de Honduras. La equilibrada respuesta de los Estados Unidos y el bajo perfil que han mantenido algunos de los gobiernos de los países latinoamericanos se han perdido detrás de la campaña emprendida por el Primer Mandatario venezolano.

Lo que está sucediendo actualmente en Honduras no es lo que se esperaba alcanzar con el derrocamiento del Presidente Zelaya. A la vez que todo esto ha sorprendido a aquéllos que seguían de cerca la carrera del entonces presidente hondureño. Zelaya era miembro de la oligarquía de Honduras y llegó al poder en 2006 como el líder del Partido Liberal, organización la cual era de derecha.

Sin embargo, hacia la mitad de su mandato, Zelaya tuvo una aparente epifanía ideológica y se convirtió en un admirador del Presidente Chávez. Hasta el punto de firmar un generoso acuerdo de subsidio petrolero con Venezuela y el año pasado Honduras pasó a formar parte del ALBA. Pronto el poder se le subiría a la cabeza.

Al acercarse paulatinamente las elecciones generales de noviembre, Zelaya decidió llevar a cabo un referéndum con el propósito de darle la oportunidad de ser reelecto. Esta acción violaba ciertos artículos de la Constitución que no permiten cambios para el límite del período presidencial de cuatro años por presidente. A la vez que propuso procedimientos legales para enmendar la Constitución. La corte electoral, la Corte Suprema, el Fiscal General del Estado, el Congreso y los miembros de su propio partido catalogaron a las intenciones de Zelaya como ilícitas. Luego, el domingo pasado, los militares tomaron cartas en el asunto.

La solución ideal sería que Zelaya volviese a ejercer su cargo de presidente y saliese del mismo el próximo año, cuando su sucesor fuese elegido. No obstante, es improbable que los líderes del golpe de estado se retracten. A su vez, resulta muy improbable también que si Zelaya es restituido en su puesto, éste desista de su idea de ser reelegido. Todo esto garantiza un período de mandato ilegal en Honduras y de una incesante explotación de la situación por parte del Presidente Chávez.

The Winner in Honduras: Chávez

Published: June 30, 2009

IN the weeks leading up to Honduras’s coup, President Manuel Zelaya, an ally of Hugo Chávez of Venezuela, knew what he was doing. In pushing the limits of democracy by trying to force a constitutional change that would permit his re-election, he set a trap for the military. The military fell for it, turning an unpopular president who was nearing the end of his term into an international cause célèbre.

Although the coup has popular support in Honduras, it has also allowed Mr. Chávez, who is leading the international response, to claim the moral high ground. The coup leaders, who were trying to prevent Mr. Chávez from bringing Honduras into his fold, may end up giving him more strength in the region.

Mr. Chávez quickly came out in support of Mr. Zelaya. He threatened Honduras with military action and went to Nicaragua, where a meeting of the Bolivarian Alternative for the Americas, the Caracas-led alliance born as an alternative to the American-led Free Trade Area of the Americas, was the perfect opportunity to take charge of the Latin American pro-Zelaya effort.

The Organization of American States later condemned the coup (other Latin American governments followed suit) and its secretary general flew to Nicaragua, where a wider regional meeting was arranged. Mr. Chávez sent an airplane to fly Mr. Zelaya to that gathering, even welcoming him at the airport in Nicaragua’s capital, Managua.

Across the Spanish-language news media, the recurring image of the last two days has been that of Mr. Chávez and his allies working furiously for Honduran democracy. The United States’ more measured response, and the low-profile stance taken by some South American governments, have been lost amid the high-stakes campaign launched by Venezuela’s caudillo.

This is not what Honduras’s establishment, horrified by Mr. Chávez’s increasing influence, intended when it got rid of Mr. Zelaya. It is also a pretty surreal turn of events for those who followed the career of the deposed president. A member of Honduras’s landed oligarchy, Mr. Zelaya came to power in 2006 as the leader of the Liberal Party, a center-right organization. He was a product of the establishment: an heir to the family fortune, he had devoted decades to his agriculture and forestry enterprises, supported the Central America Free Trade Agreement with the United States, and ran for president on a conservative platform, promising to be tough on crime and to cut the budget.

Around halfway into his term, however, Mr. Zelaya had an apparent ideological epiphany and became an admirer of Mr. Chávez. He signed a deal for a generous oil subsidy from Venezuela; last year he incorporated Honduras into the Bolivarian Alternative for the Americas. Soon enough, power went to his head.

As the general elections scheduled for November began to creep up, Mr. Zelaya decided to hold a referendum with the ultimate aim of allowing him to seek re-election. The move violated articles of the Constitution that forbid changes to the presidential limit of one four-year term and establish the legal procedure for constitutional amendments. The electoral court, the Supreme Court, the attorney general, Congress and members of his own party declared Mr. Zelaya’s intention unlawful. Then, on Sunday, the military stepped in.

The ideal solution would be for Mr. Zelaya to return to power and leave office next year, when his successor takes over. However, it is doubtful that the coup leaders will back down. It is also unlikely that, if he were triumphantly reinstated, Mr. Zelaya would give up his re-election scheme. All of this almost guarantees a period of illegitimate rule in Honduras — and of incessant exploitation of the situation by Mr. Chávez, the unlikely champion of Jeffersonian democracy in Latin America.

Álvaro Vargas Llosa is a senior fellow of the Independent Institute and the editor of “Lessons from the Poor.”