Tropical mafia
Un chaparrón de sucesos está cayendo sobre Cuba. Las primeras gotas llegaron apenas comenzar enero, con la muerte por desnutrición y frío de varias decenas de pacientes del Hospital Psiquiátrico habanero. El aguacero de problemas arreció al fallecer Orlando Zapata Tamayo, empujado hacia el final por la desidia de sus carceleros y la testarudez de nuestros gobernantes. Sobrevino entonces la huelga de hambre del periodista Guillermo Fariñas y con ella nuestras vidas cayeron al centro de un tornado político y social cuyos vientos huracanados crecen cada día.
Paralelamente a estas borrascas, una secuencia de posibles escándalos por corrupción ha venido a poner en jaque al poder en Cuba. Según rumores, se ha sabido de allegados a ministros con maletas de dólares escondidas en las cisternas, vuelos comerciales cuyos dividendos iban a manos de unos pocos y fábricas de jugos cuyas enormes plusvalías eran sacadas a toda velocidad del país. Entre los implicados, parece haber hombres que bajaron de la Sierra Maestra y que se enriquecieron otorgando licitaciones a empresarios extranjeros que les daban comisiones muy suculentas. El Estado ha sido saqueado desde el propio Estado. El desvío de recursos ha llegado a niveles en los que robar un poco de leche de una bodega parece un juego de niños. Los jerarcas del poder en esta Isla toman a manos llenas y a la carrera, como si intuyeran que el chubasco de hoy terminará por desplomarles el techo sobre las cabezas. Da la impresión de que el país está en liquidación y muchos – desde un uniforme verde olivo – aprovechan para llevarse lo poco que nos queda.