Rodeados de conmemoraciones y fechas a celebrar, no le prestamos mucha atención al día de la prensa cubana que fue el pasado 14 de marzo. Los noticiarios sacaron largos reportajes sobre la sacrificada labor de los periodistas y su fidelidad a la Revolución. Algunos reporteros recibieron diplomas por su destacado trabajo e intachable postura ideológica, mientras el diario Granma le dedicaba un gran espacio a la auto-celebración.
Justamente en los días que ocurrían estas fiestas, el presidente norteamericano Barack Obama suavizó las limitaciones a los cubanoamericanos para viajar a la Isla. Las abolidas restricciones impedían que estos emigrados pudieran visitar a su familia más de una vez cada tres años. También ponían un límite estricto al envío de remesas a sus parientes en la Isla. Para la precaria economía doméstica, el dinero enviado desde Estados Unidos es oxígeno indispensable para la sobrevivencia. En un país donde tantos ciudadanos viven en la otra orilla, la noticia de esta flexibilización debería ser primera plana en todos los periódicos. Es lo que se estudiaría en las escuelas periodísticas como el obligatorio titular de toda una semana.
Sin embargo, la prensa cubana apenas mencionó este positivo paso dado por el inquilino de la Casa Blanca. El silencio oficial fue la única respuesta que recibió la tan esperada y aplaudida medida. Aunque todos en la calle no hablan de otra cosa y las madres se preparan para darle la bienvenida a los hijos radicados en el Norte, los medios oficiales se lo toman con cautela. Los periodistas han estado absortos en otros temas: la cosecha de papas, el mundial de béisbol, la revolución bolivariana y –claro está- los festejos por el día de la prensa cubana.