Contando cadáveres - Ricardo Ayestarán
He seguido con mucha tristeza al principio, como buena parte de la prensa internacional y nacional ha desinformado en forma grosera los sucesos que degeneraron en el conflicto de la franja de Gaza. Poco a poco he comenzado a sentir que la tristeza se transforma en rebeldía y cuando leí el artículo de Galeano sentí que algo debía hacer al respecto porque, aunque mi opinión sea pequeña como una gota en el mar, siento el imperativo ético de tomar partido por las causas que considero justas, más allá de si puedo o no cambiar las ruedas del destino.
Ricardo Ayestarán”
CONTANDO CADÁVERES
La visceral judeofobia de Eduardo Hughes Galeano
“Somos los Intelectuales, la derecha de la izquierda,
los demás no saben nada; son unos negros de mierda” (Ignacio Copani)
Un recién nacido ve, pero sólo ve colores y manchas de luz carentes de significado. En poco tiempo comienza a entender lo inmediato, igual que los animales. Con el tiempo va adquiriendo los conceptos de pasado y futuro e incorpora el lenguaje. Para que las impresiones sensoriales, que transmiten mensajes de la realidad, adquieran significado, deben ser decodificadas e integradas conceptualmente, una función que es fundamentalmente lingüística.
De ahí la importancia de la función argumentativa del lenguaje, de no quedarnos en el nivel puramente sensorial, la importancia de analizar los significados de las palabras, sean estas escritas o habladas. Porque como decía Tácito, la sabiduría de las palabras no está en las palabras, sino en el significado de las palabras.
Eduardo Hughes Galeano (EHG) es un verdadero experto en transmitir sensaciones en sus textos, y esa es una de las razones más importantes del éxito de sus libros. Como vimos antes, el lenguaje de imágenes es la forma más primitiva de comunicación del ser humano, y por ello mismo, la más impactante. Porque no apunta a la lucidez abstracta y fría del pensamiento lógico o analítico sino que, como los discursos demagógicos de esos caudillos populistas tan típicos de nuestro subcontinente, su objetivo es esencialmente hormonal y por ende irracional.
EHG no se cansa de citar, con calculado efecto emocional, eventos históricos que va desgranando como al descuido con su atildada y sarcástica prosa, pero que en realidad configura una precisa secuencia de imágenes fríamente calculada para flechar la opinión del lector, en la medida que el ideológicamente siniestro autor jamás pone contrapartida alguna, o al menos nunca trata de situar en su contexto los acontecimientos históricos de su relato, de los que usa y abusa por acción y sobre todo por omisión, con la inequívoca intención de hacer política disfrazada de literatura.
La astuta prosa que desde hace 40 años viene perfeccionando, pero que básicamente siempre es la misma, se asienta sobre una matriz ideológica de indisimulable cuño marxista, cuyo objetivo explícito (verdadero éxito desde el punto de vista del marketing), es la permanente, capciosa, artera e ingeniosa capacidad de EHG para anatematizar al sistema político, social y económico occidental, capitalista y burgués, donde sobresale especialmente su particular fobia a los Estados Unidos y a todo su entorno ideológico, cultural y simbólico, que para la subcultura políticamente levógira se sintetiza en el pérfido imperialismo capitalista, explotador y globalizador.
En resumen, el método esencial usado por este típico representante de los intelectuales de la izquierda caviar latinoamericana, es la suma de exposiciones de hecho tras hecho, sin balance de clase alguna y con un sesgo ideológico total y totalitario. Siempre relatado de forma inequívocamente condenatoria del sistema político, económico y social occidental, porque para un intelectual políticamente correcto como nuestro hábil letrista compatriota, no puede haber nada bueno en el capitalismo, ni en los Estados Unidos, ni en la decadente pluriporquería burguesa, como suele decir Fidel Castro.
Desde que EHG escribió su primer best seller sobre la anatomía vascular del subcontinente iberoamericano no ha cesado de repetir, con lógico y calculado interés bancario, su exitosa fórmula literaria que, paradojalmente, capitalismo y anatemizadas reglas del mercado mediante, le han generado pingües ganancias y una legión de acríticos admiradores ideológicamente alineados con este diestro escritor de siniestra ideología.
Ahora bien, para EGH solamente hay un país casi tan execrable y despreciable como los Estados Unidos, y ese país es Israel.
Cada tanto le dedica uno de sus opus clamando como no podía ser de otra manera, por los derechos humanos y nacionales de los desgraciados palestinos que los pérfidos sionistas aplastan, secuestran y destruyen en nombre del odiado capitalismo.
Veamos dos ejemplos pasados y uno del presente:
1) “La cacería de judíos fue, durante siglos, el deporte preferido de los europeos. En Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había atravesado toda Europa. ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes pagando crímenes que no cometieron?”[1]
2) “Hezbollá no existía cuando Israel arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta cuándo nos seguiremos creyendo el cuento del agresor agredido, que practica el terrorismo porque tiene derecho a defenderse del terrorismo?”[2]
3) Hoy, con los ataques israelíes desarrollándose ininterrumpidamente sobre Gaza, el cálculo esencial (..) que subyace tras el conflicto ha sido revelado en toda su crudeza: la muerte de una víctima israelí justifica la muerte de cientos de palestinos. La vida de un israelí es tan valiosa como la de un centenar de vidas palestinas. Esto es lo que el Estado israelí y los medios de comunicación (..) repiten ciegamente. Y esta reclamación, que acompaña y a la vez justifica la más larga ocupación de un territorio extranjero en el siglo XX de la historia europea, es visceralmente racista.[3]
Claramente puede percibirse la habilidad del escritor para juntar algunos hechos, omitir otros, sacar todo de contexto y, con magnífica prosa, provocar la reacción hormonal del lector. Que si además se encuentra previamente predispuesto a aceptar cualquier cosa, en tanto y en cuanto le pegue duro a los imperialistas, es fácil entender cómo se genera en el lector adicto, esa euforia interna del que lee lo que quería leer, pero escrito de una forma muy superior e inflamable a la que él mismo imaginaba.
Eso entusiasma como una arenga antes de una batalla, y provoca el aplauso espontáneo del motivado correligionario, más allá de cualquier tonto detalle analítico racional que en definitiva a nadie le importa, salvo a los reaccionarios sionistas y sus socios imperialistas.
Porque no se requiere un máster en dialéctica para darse cuenta que afirmar que los judíos se están peleando con los palestinos como venganza de la Shoá no resiste el menor análisis. Indudablemente la frase tiene un gran impacto emocional, sólo comparable con su perversidad, pero como la mayoría de las consignas de barricada, es absolutamente insostenible en el terreno de la lógica o de la racionalidad.
Lamentablemente, semejante estupidez tiene tenebrosas connotaciones que van más allá de la acostumbrada apelación al pensamiento visceral del lector que utiliza EHG. Porque hacer un paralelismo entre el holocausto y el conflicto judeo palestino, no solamente es absurdo, sino que además encuadra en la sistemática y perversa banalización de la Shoá, que desde los cenáculos intelectuales de la izquierda internacional se está utilizando como nuevo instrumento judeofóbico, no sólo para devaluar arteramente la memoria del sufrimiento del pueblo judío, sino fundamentalmente para convertirlos nuevamente en el chivo expiatorio de todos los males de la humanidad.
La segunda frase tiene más pretensiones racionales, pero la Lógica es la ciencia del razonamiento, de la demostración, del pensamiento, de la inferencia. Y es imposible deducir de la premisa que EHG sostiene que, la inexistencia de Hezbollah en situaciones previas de guerra entre Israel y Líbano, demuestra con toda claridad que Hezbollah no puede haber agredido a Israel, ¡¡sino todo lo contrario!!
Lo curioso es que a mediados de 2007, y durante muchas semanas, en la Franja de Gaza los palestinos se estuvieron matando salvajemente entre ellos. Los heridos se contaron por centenas y los muertos por decenas, como consecuencia de una despiadada guerra fratricida entre los militantes palestinos de Fatah y los terroristas palestinos de Hamás.
De eso EHG no dice media palabra. No le interesa. Su comprometida pluma no se va a molestar en escribir por unos árabes más o menos que mueran en Medio Oriente salvo, claro está, que hayan sido víctimas de infames balas sionistas fabricadas para matar inocentes fedayines por pérfidas trasnacionales armamentísticas made in USA.
El tercer ejemplo es otro opus del mismo calibre maquiavélico que los anteriores. Pero de igual manera no resiste el menor análisis lógico porque como siempre lo que busca es un efecto emocional y no un inducir un proceso racional en el lector.
EHG ladinamente induce al lector a pensar que la invasión, y las subsiguientes bajas palestinas, son el resultado de una desorbitada venganza de Israel por la muerte de UN israelí, uno solo, que vaya a saber cómo murió. Oculta deliberadamente que el ataque de las IDF fue la última medida de Israel para intentar detener los ataques permanentes con cohetes y morteros que desde la impunidad de la franja de Gaza se hacen contra población civil israelí desde hace OCHO AÑOS.
¿Y cual es la inequívoca intención de tales ataques que Galeano no menciona?
Es simple: matar civiles israelíes.
Podemos hacer múltiples análisis de los objetivos políticos y/o militares buscados por los terroristas musulmanes, pero el dato indiscutible es que ni Hammas ni nadie lanza bombas y misiles durante tantos años sobre un país vecino con intenciones pacíficas.
Es más, hubo una tregua tratando de negociar salidas pacíficas al conflicto que Hammas, pública y unilateralmente, rompió en diciembre pasado reiniciando sus ataques coheteriles sobre casas particulares, hospitales y escuelas del territorio soberano de Israel.
Hace tres años, frente al argumento que Israel estaba ocupando ilegalmente parte de la franja de Gaza, el ejercito judío no sólo se retiró unilateralmente, sino que tuvo que desalojar por la fuerza a sus propios colonos civiles, en escenas cargadas de dramatismo que todos observamos por televisión.
¿Y cuál fue la respuesta de Hammas al tomar posesión de casas, escuelas, viveros, y demás infraestructura ciudadana y agro industrial que había sido abandonada por los colonos? ¿Usó acaso esos territorios para instalar más casas, escuelas y comercios que dieran trabajo, educación y desarrollo a los palestinos?
No. Lo que hizo inmediatamente fue transformar toda la zona en una inmensa base de lanzamiento de misiles sobre Israel. De eso no dice una palabra EHG. Del contexto, de los hechos y sobre todo de las intenciones de las supuestas víctimas.
Y los ataques se multiplicaron.
E Israel advirtió repetidamente que no iba a tolerar semejante agresión armada.
También, como le escribió la periodista uruguaya Ana Jerozolimski en carta abierta al propio Galeano, hasta “el mismísimo presidente palestino Abbas hizo muchas advertencias, exhortando a Hamas a dejar de disparar los cohetes, estimando que eso terminaría mal, que la paciencia israelí se agotaría. También Egipto advirtió. “El aviso estaba en la pared”, dijo el Canciller de Egipto Ahmed Abul Gheit criticando a Hamas por la situación actual“.
Pero nada sirvió.
Los ataques continuaron y además el arsenal misilístico de Hammas crecía en número, alcance y potencia. Como bien escribió Jerozolimski: “Eso no se fabrica en Gaza. Eso se trae de afuera…“.
Finalmente, más allá de los hechos, el contexto y las intenciones que Galeano ignora o tergiversa, el argumento central de la nota del escritor es el siguiente: no es posible aceptar que por un muerto israelí haya 400 muertos palestinos. Me gustaría preguntarle a EHG si el número de muertos fuese el mismo, digamos 400 israelíes y 400 palestinos, ¿habría escrito un artículo condenando a israelíes y a palestinos por igual?
O voy un paso más allá, si hubiese más muertos del lado de Israel, ¿acaso EHG escribiría una dura nota contra Hammas y pediría que los lectores levantásemos la voz en defensa de los ciudadanos de Israel?
La respuesta es sencilla: NO
Simplemente porque eso ya ocurrió muchas veces y NUNCA leímos un artículo de EHG condenando el asesinato de civiles judíos por atentados terroristas palestinos.
La pregunta entonces no es cuántos israelíes y/o palestinos murieron desde el comienzo de este operativo, sino POR QUÉ razón están muriendo, cuáles son las causas de esas muertes, que ni son milenarias ni tampoco son ininteligibles.
Pero además es un verdadero insulto a la inteligencia sostener que en una guerra los “buenos” son los que tienen más víctimas y los “malos” los que tiene menos. Con semejante premisa acabaríamos llegando a la conclusión que en la Segunda Guerra Mundial, los “buenos” fueron los nazis y los “malos” los aliados.
La verdad es que a EHG no le importan los palestinos, ni los afganos, ni ninguna víctima de guerras o violaciones de derechos humanos en cualquier lugar del planeta. Preso de sus dogmáticas obsesiones ideológicas y políticas, lo único que le importa al escritor es tener una excusa para usar su habilidosa pluma contra los Estados Unidos, Israel y en general contra todo el sistema político occidental y sus bases ideológicas republicanas y democráticas. Es triste ver tanto talento desperdiciado al servicio de fines tan espurios.
Leonid Brezhnev, aquel hierático y desagradable líder soviético de los años 60 decía: “En nuestra sociedad, es moral todo lo que sirve a los intereses del comunismo”
Galeano escribe desde la misma ética que cultivaba aquel siniestro personaje.
Y por eso no duda en usar los más deleznables medios con tal de alcanzar su dudoso fin.
Como traficar con los derechos humanos, banalizar la tragedia del holocausto o hacer política contando cadáveres.
Ricardo Ayestarán Fajardo
Montevideo, enero de 2009
[3] “El precio de un solo israelí” Artículo publicado en el diario ABC de Madrid, el 7 de enero de 2009