segunda-feira, 24 de setembro de 2012
Catedrático de universidade americana coloca FHC em saia justa, ao
condenar ação dos EUA na América Latina nos anos 90: "EUA não tinha
aliados, mas sim governos dependentes".
EL PAIS › EXCLUSIVO PÁGINA/12 EN ESTADOS UNIDOS
“EE.UU. IMPUSO A AMERICA LATINA UN MODELO QUE YA NO FUNCIONA”
Por Martín Granovsky
Erick Langer, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de
Georgetown, donde la Presidenta inaugurará el miércoles la Cátedra
Argentina, critica el modelo neoliberal de los ’90 y advierte que
Washington no ha tenido “aliados” en los países de la región, sino
gobiernos “dependientes”
Por Martín Granovsky
Desde Nueva York
A los 57 años, nacido el 22 de mayo de 1955, Erick Langer es un
historiador experto en América latina que dirige el influyente Centro de
Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, en
Washington. Langer aceptó hablar.
–Me parece muy interesante que el continente haya cambiado tanto en la
última década y haya podido aprovechar desde el punto de vista económico
un gran cambio mundial: la mayor presencia china.
–¿En qué aprovechó América latina a China en su opinión?
–China es un rival de los Estados Unidos que requiere materias primas de
América latina. Eso contribuyó a que América latina pudiera enfrentar
la crisis en mejores condiciones. No sin peligros, claro.
–¿Cuál sería el peligro?
–Que América latina no intensifique el proceso de elaboración de
materias primas y siga exportando commodities. Es un desafío para todos
los gobiernos de la región, sin excepciones. La ventaja es que a partir
del 2000 América latina en general, y en particular Sudamérica, se
liberaron de la dependencia respecto del modelo neoliberal de los
Estados Unidos.
–¿En qué ve usted que ese modelo afectaba a la región?
–Creó un desasosiego de las clases medias y bajas en materia de
distribución de la riqueza. Esa expresión no estaba, por supuesto, en el
Consenso de Washington.
–El documento del Consenso exhortando a la desregulación y a desreglamentar la economía es de 1989. ¿No quedó nada?
–¿En la región? Prácticamente nada. Es un factor positivo para la región. –O sea: el crecimiento chino es un elemento positivo y la caída del Washington Consensus es otro punto bueno.
–Y le agrego un factor de peso: los Estados Unidos están muy preocupados
por Medio Oriente y efectivamente no le han prestado mucha atención a
América latina.
–Los académicos y los dirigentes políticos discuten siempre si
eso es bueno o malo. Algunos sostienen que para América latina es mejor
la situación cuando Washington se ocupa menos de ella.
–Bueno, en materia política hay un tema práctico a tener en cuenta. Le
va a sonar casi redundante. Cuando Washington se ocupa menos, la
injerencia es menor. La mayoría de las veces que los Estados Unidos
pusieron la vista en otros sitios y no tanto en América latina, como en
la Primera Guerra Mundial, la favorecida fue América latina. No pongo el
ejemplo de la Segunda Guerra Mundial porque el fenómeno es mucho más
complejo. Pero luego muchas veces el problema fue que los gobiernos del
continente no fueron aliados de los Estados Unidos sino dependientes de
Washington. No es lo mismo. Los Estados Unidos tenían el poder de
imponerse. De imponer, incluso, un modelo que ya no funciona. Barack
Obama se dio cuenta de eso, aunque su principal tema no sea América
latina. Y antes de él, George Bush no estaba concentrado en América
latina.
–Es decir que es bueno para la región que no haya una dedicación especial.
–¡Pero yo investigo América latina! ¿Usted quiere que me quede sin trabajo?
–Profesor, su curriculum en la parte de idiomas dice que habla quechua. ¿Dónde lo aprendió?
–En Stanford.
–¿Stanford, California?
–Exactamente. Ya me interesaba de antes la zona andina y después gracias
al quechua pude hablar directamente en Bolivia para entrevistar a
varios caciques andinos. Hace tiempo que no lo hablo, aunque lo entiendo
bastante bien. ¿Sabe cuál es mi problema? ¿Con quién lo practico aquí?
–¿Por qué se interesó en la Sudamérica andina y en la zona del Chaco?
–Cuando era estudiante participé de un programa de intercambio y fui a
Sucre. A un colegio jesuita. Me impactó de una forma tremenda vivir
allá. Originalmente quería volver a Europa. Pasé en Alemania cinco años.
Aquel viaje por Sudamérica fue increíble. Era junio, julio y agosto de
1973. Viajé por casi toda la región. Llegué a Chile cuando todavía
estaba en el gobierno Salvador Allende. Estando en la Argentina, sólo de
casualidad no fui uno de los presentes el 20 de junio de 1973, cuando
volvió definitivamente Juan Domingo Perón. Me salvé de los tiros porque
había decidido ir a Ezeiza y a último momento me llamaron unos amigos de
Córdoba. Recorrí todo. Al Che Guevara lo habían matado poco tiempo
antes.
–Claro, lo mataron en Bolivia en 1967, sólo seis años antes de
su viaje. De su propio “Diario de motocicleta”. ¿Hasta dónde llegó?
–Hasta Medellín. De ahí volví en avión a los Estados Unidos. En Sucre y
luego a través de mis investigaciones indagué en la resistencia
campesina a lo que se podía llamar, grosso modo, la modernización. Para
mí fue fascinante. Los investigadores no suelen tomar como objeto de
estudio las regiones en declive sino en crecimiento. Hacen mal, porque
es muy interesante. Yo traté de ver cómo se portaba la gente cuando todo
iba peor y qué cambios sucedían, por ejemplo, de fines del siglo XIX al
siglo XX, por el paso de la minería de la plata con centro en Potosí a
la minería del estaño, que favoreció más al norte que al sur. El próximo
proyecto incorporará el comercio en el norte de la Argentina, que
investigué mucho en los últimos años. En el siglo XIX no había aún
fronteras nacionales efectivas. Las fronteras económicas iban mucho más
allá. Pensar en unidades nacionales en el siglo XIX es perder algunas
perspectivas, como la de Bolivia, y no entender bien las relaciones y
los cruces con el norte argentino, el chileno y el sur peruano. En ese
momento me interesaron los chiriguanos. Pero ya mi tesis estaba avanzada
y resolví dejar el tema para más adelante. Es gracioso, porque terminé
publicando un libro 20 años después.
–Vi el título. Traducido sería Esperando peras del olmo: las
misiones franciscanas en la frontera chiriguana en el corazón de
Sudamérica, 1830-1949.
–Léalo, por favor. Espero que demuestre una madurez que antes no tenía
como historiador. Mire, en aquel entonces ni se usaba la palabra
“guaraní”. En el primer capítulo demuestro que el poder militar estaba a
favor de los chiriguanos, y que con ese poder podían sacar el excedente
de la sociedad criolla. En muchos casos fueron más poderosos que los
propios criollos.
–Y todo por la rareza del intercambio en Sucre. Es una hermosísima ciudad poco conocida.
–Mejor que no la conozcan. Deje a Sucre así. Cuando me jubile quiero mudarme a Sucre y vivir en el casco viejo.
–Profesor, volvamos de los chiriguanos a los sudamericanos de
hoy. ¿Usted comparte la visión que muestra, desde el punto de vista
político, varias Sudaméricas ubicadas en extremos opuestos?
–Me parece que no hay una división tan tajante porque los procesos son
muy parecidos. Tomemos de nuevo en consideración algunas realidades.
Antes los chinos pensaban en Sudamérica como Chile porque los chilenos
habían sido muy efectivos en venderse en China. Es decir que, en última
instancia, no fueron tan diferentes a como terminaron siendo los demás,
¿no es cierto? En la actualidad Sudamérica tiene una realidad estable.
Es una realidad común. Pero también, con sus diferencias, la protesta es
un hábito común. Hay protestas antigubernamentales, más allá de los
contenidos, en la Argentina, en Chile y en México. Y da la sensación de
que a veces es difícil encasillar cada cosa como de derecha o de
izquierda.
–¿Piensa también en la Argentina?
–Claro. A un gobierno de peronistas es difícil definirlo como de
izquierda o de derecha. Hay un proceso político único a lo largo de la
historia que no encaja muy bien en esos términos. Hablo desde la
formación del peronismo. Juan Perón estaba muy convencido de los no
alineados. El justicialismo es una mezcla de muchas ideologías. Aun hoy
es difícil definir a los Kirchner como de izquierda y quedarse en eso
como toda explicación. El peronismo tiene una organización de base mucho
más fuerte que cualquier otro partido político en toda América latina y
puede arrasar en las urnas. Se organiza muy bien. Recogió la herencia y
la retórica de cuidar a los obreros, que es muy importante. Veamos una
diferencia con mi país. En los Estados Unidos no existe una izquierda.
Sí existe una derecha. En ese sentido, hoy la Argentina está volviendo a
un cauce natural. Carlos Menem obviamente fue peronista pero tenía
otras características y fue una excepción en esa trayectoria.
–Es justo la época del Consenso de Washington, que resumió las experiencias prácticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
–Sí, la década del ’90.
–Usted decía que hablar de izquierda o derecha no agota un análisis. ¿Y la noción de populismo lo satisface como concepto?
–Tampoco alcanza. Es muy difícil definir qué es populismo. Dicho ahora,
es distinto de cuando un investigador lo aplicaba en los años ’30 o ’40,
una época muy ligada al comienzo de las etapas de sustitución de
importaciones industriales. Hoy puede haber experiencias de sustitución,
pero siempre la base es la búsqueda de un tipo de relación con la
economía mundial. Lo que sí se podría rescatar, y hay una herencia muy
larga de Juan Manuel de Rosas en adelante, es la importancia que puede
tener un jefe político que sea un personaje carismático. Esto hace que
la política pueda volverse muy personalista. Ahí sí tendríamos una
característica populista. De todos modos, la clave es si se trasponen o
no los límites de la democracia. Mientras la oposición pueda ganar (si
lo hace o no, es otro tema) está todo bien. No hablo sólo de la
Argentina. Pasa en todos los países.
–¿Los opositores tienen la misma característica en todos lados?
–No. Pero sí hay un elemento común: la oposición está muy desorganizada en todos los países donde hay líderes fuertes.
–¿Hay líderes fuertes porque no hay oposición organizada o hay oposición desorganizada por la existencia de liderazgos fuertes?
–El populismo tiene una virtud y una desventaja: abarca muchas
corrientes políticas. Y esas diferentes corrientes se manifiestan en el
líder. En cambio la oposición no tiene muchos intereses en común y
entonces las diversas corrientes no se unen. La única excepción debe ser
Venezuela, donde la Mesa de Unidad Democrática se pudo unir frente a
Hugo Chávez. Pero inclusive allí hay que ver si ganan. Y aun si ganaran
habría que ver si podrían seguir unificados, porque están incorporando
tendencias políticas diametralmente opuestas.
–¿Está haciendo un pronóstico electoral sobre el duelo entre
Hugo Chávez y Henrique Capriles en las presidenciales del 7 de octubre?
–No me dedico a los pronósticos ni a especular. Es un campo ajeno al
mío. A mí, como historiador, me resulta más fácil analizar hacia atrás
que dedicarme a decir qué pasará en el futuro. Si supiera el resultado
de las elecciones en Venezuela, quizá tendría otra profesión y quién
sabe si no estaría más cerca de vivir en mi casita de Sucre.
–Bien. Lo dejo en el pasado. ¿Qué otro momento de la Argentina vivió, además del ’73 y la vuelta de Perón?
–Fui becario de la Fullbright en el 2000. Gobernaba Fernando de la Rúa.
Vi la caída, con el corralito y el drama social. Y después se produjo la
extraordinaria recuperación económica que ustedes experimentaron. De
todos modos, hoy me parece que hay que observar mucho la velocidad
relativamente menor de crecimiento de la economía china y evaluar si
América latina es capaz de saltar hacia otro modelo que en el futuro no
la haga depender de la venta de materias primas. No sé si usted sabe
que, cuando conversan en privado, muchos dirigentes chinos equiparan a
América latina con Africa.
–¿En qué se basan?
–En las perspectivas de utilización económica. No entienden las
diferencias enormes. América latina es otro mundo, distinto de Africa.
Pero eso piensan muchos dirigentes chinos.
–¿Por qué estuvo de acuerdo en crear la Cátedra Argentina?
–El embajador Jorge Argüello vino y me lo propuso. Me pareció bien.
Pensamos en establecer un espacio académico porque nos parecía que la
Argentina es un país sumamente importante en América latina. La Cátedra
Argentina será una forma constructiva de poner la Argentina en el tapete
para que la gente en Washington se dé cuenta de la complejidad del
país. Para mejorar las relaciones es necesario mejorar la difusión y el
conocimiento. El desconocimiento crea problemas. Es un proyecto de largo
alcance. Esa Cátedra Argentina debe durar muchos años y no depender de
la administración política de turno. Por eso necesitamos recursos. El
mismo embajador me decía que él quería que siguiera adelante. Brasil ha
ganado un gran espacio en Washington. Es lógico. Brasil está creciendo y
tiene importancia mundial. Pero hay países tan importantes como Brasil y
nuestro objetivo es mantener en pantalla también a la Argentina.
–¿Quiénes deberían mirar esa pantalla?
–Los estudiantes, por supuesto, y toda la comunidad académica. Pero, aún
más allá, el conjunto de latinoamericanistas, de expertos en América
latina, y funcionarios y dirigentes. Que conozcan más la Argentina y la
tomen en cuenta, porque es importante para mantener buenas relaciones en
América latina y el Cono Sur en general.
–¿Desde cuándo está en la Universidad de Georgetown?
–Desde 1999. Era el único latinoamericanista con una cátedra y no podía
conseguir estudiantes graduados. Ahora tengo varios estudiantes de
doctorado. Quería meterme en esto. Georgetown es más conocida como
universidad que otras y tiene un componente de comunidad universitaria
que me atrajo mucho.
–Su libro sobre los chiriguanos está relacionado con una misión
franciscana. Pero usted trabaja en una universidad con tradición de
estar ligada a la Compañía de Jesús.
–Aunque le agrego un dato: en los últimos diez años por primera vez en
la historia de Georgetown no hay un presidente jesuita. Su presencia
física disminuyó. Su espíritu es muy importante, porque se trata de una
cultura universitaria que le presta atención al ser humano total, lo
cual no se da en otras universidades. Para un profesor con trayectoria
eso es apasionante. Todos enseñamos a los estudiantes, tanto de pregrado
como de posgrado. También somos una universidad de investigación. Y no
dejamos de lado el componente de justicia social. Trabajando sobre el
tema de los movimientos indígenas me pareció que podía formar parte de
un equipo que tuviera interés en temas de justicia social.
–Es uno de los temas comunes de Sudamérica.
–Sí. Se debe en buena medida a las críticas y los problemas del modelo
neoliberal anterior, basado en el enriquecimiento de uno por sobre los
demás. Un modelo que a la larga no funciona. Es una lucha que, como se
habrá dado cuenta, también libramos en los Estados Unidos. Hay dos
posiciones muy diferentes sobre cómo debería ser el Estado y a quiénes
debería favorecer.
–El candidato republicano Mitt Romney acaba de reivindicar el
principio de dejar a una parte de la población librada a su suerte.
–El famoso comentario sobre el 47 por ciento que depende del Estado. La
libertad económica para todos está muy bien. Pero los mercados por sí
mismos no alcanzan. Hace falta un Estado que regule para que los más
poderosos y ricos no puedan aprovecharse de todo el resto.
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