¿Antes de la Revolución o durante la Revolución?
El cartel es pequeño y asoma, con cierta
timidez, por sobre el muro del balcón a varios metros de suelo. Un
simple “Se vende” que no llamaría la atención sino fuera porque en el
apartamento de al lado también se puede leer la misma frase pintada en
una ventana. Más arriba, los vecinos del piso seis han sido más
creativos y han colocado un trozo de acrílico donde incluso se anuncia
los metros cuadrados que ofertan para motivar a los posibles
compradores. Pero los vendedores no la tienen nada fácil. El edificio es
feo, gris, de aquellos construidos en los años ochenta bajo el sistema
de “microbrigadas”. Muchos que leen sus clasificados en sitios web -como
Revolico.com y Cubisima.com- al llegar al lugar ni siquiera tocan a la
puerta, pues comprueban que se trata de uno de esos mastodontes de
concreto y pésimo gusto arquitectónico que se construyeron durante los
años del subsidio soviético.
La variedad y cantidad de casas en venta parece superar las reales
posibilidades de los bolsillos cubanos en este momento. Muchas casas han
entrado de golpe a un mercado inmobiliario que estuvo ilegalizado por
décadas y, a pesar de las necesidades habitacionales, falta lo
principal: el dinero para adquirirlas. Resulta alucinante ver
propiedades que se comercializan por un cuarto o medio millón de pesos
convertibles, en un país donde el salario medio no supera los 20 CUC al
mes. De ahí que el mayor movimiento de compra-venta se está dando en las
viviendas más baratas, que son las de menor tamaño, peor ubicación o
más deteriorado estado. Mientras en el sector de las lujosas residencias
todo va más lento, abajo, a nivel de un cuarto en un solar o de un
apartamentico sin ventanas, la movida se nota bastante, principalmente
por todas esas personas del interior del país que están aprovechando la
oportunidad para hacerse de un domicilio, aunque sea de pocos metros, en
La Habana.
Lo interesante también es la evaluación descarnada y pragmática que
se hace de cada inmueble en oferta. Los anuncios se vuelven
sofisticados, acompañados por fotos y descripciones favorables sobre la
“buena entrada de agua” que tiene la casa, su magnífica localización en
un barrio tranquilo o las posibilidades de ampliarla y construir en la
azotea. Pero hay un calificativo que nadie deja de decir si su vivienda
lo amerita y es el de “construcción capitalista” si fue edificada antes
de 1959. Un parte aguas claro e implacable divide a lo fabricado con
anterioridad a la Revolución y a lo que surgió durante ésta. Si el
edificio donde está el apartamento es de la década del 40 o el 50, su
precio se dispara, mientras que aquellos apartamentos de los
microbrigadistas, que levantaron sus torres prefabricadas durante los
años de la sovietización, se ven relegados a un nivel inferior en las
ofertas. El mercado inmobiliario hace aflorar –con toda su dureza- una
escala de valores que dista mucho del discurso oficial y que reasigna a
cada cosa una nueva cuantía, una objetiva vara para medir su calidad.