Rechacemos la mascarada de Durban II
Por Bernard-Henri Lévy
Marzo de 2009
Todos nos acordamos de la famosa conferencia de Durban que finalizó, dos días antes del 11-S, en la ciudad que lleva el mismo nombre, en África del sur, bajo la égida de las Naciones Unidas.
Todos recordamos el terrible espectáculo ofrecido en Durban por los representantes de las ONG. Estos, que en principio se encontraban allí para fustigar la intolerancia y el racismo, acabaron poniéndose de acuerdo en que sólo había un Estado racista en el mundo y que este Estado era el de Israël.
Y al menos yo, en todo caso, no puedo olvidar tan rápidamente el estupor y la desesperación de las delegaciones supervivientes al genocidio ruandés, a los militantes de la democracia de Zimbabue, a los intocables indios, a los Pigmeos, a los supervivientes de la matanza en Sudán, etc. cuando comprendieron que su situación no suscitaba ningún interés ante los ojos de los activistas antiglobalizació n. Estos se habían adueñado de la conferencia y no querían ver, desde ese momento y en materia de discriminació n, más que una cabeza: aquellas de los pueblos cuyo malestar podía ser atribuido a Occidente en general y a los “Americano-sionistas” en particular.
Ocho años más tarde, vuelta a empezar.
Del 20 al 24 del mes que viene se celebra en Ginebra la nueva conferencia a la que han llamado Durban II. En esta, según nos explican, se van a evaluar los “progresos” en materia de lucha contra el racismo realizados desde Durban I.
Salvo que todo lo que se sabe de la organización de esta nueva conferencia, todo lo que se ha podido filtrar sobre las intenciones de la oficina del “Comité preparatorio” , (presidido por Libia) todo lo que se puede “leer”, sobre todo en el borrador de la “Declaración final”, es que su redacción se está llevando a cabo, principalmente, con la ayuda de sus vicepresidentes paquistaníes, cubanos e iranís. Los grandes demócratas… Esto hace presagiar lo peor.
En esta ocasión se juzga, más que nunca, que Israël se ha fundado sobre un “apartheid”.
Criticar las religiones, y en particular la del islam, se considera “racismo”…
Debemos evitar que la “difamación religiosa” sea introducida dentro de la comunidad internacional como un delito mayor.
Sin hablar de un hecho del que no se habla en este borrador de Declaración: ni de la Zimbaue de Mugabe, ni de Darfour y sus trescientos mil muertos, ni de ninguna de las hecatombes en las que el mundo y en particular África del este están siendo escenario. Pero en donde se ve mal que los defensores del eje (COMANDO) irano-libanés vayan de perdonavidas.
Tal es el espíritu de Durban II
Tal es el contenido del texto que será sometido a discusión a partir del 20 de abril.
Y tal es, pues, la trampa que se está poniendo en marcha y en la cual se quiere ver caer a los gobiernos de los países democráticos y a los militantes antirracistas.
Aunque se bien que una discusión es, por definición, un debate abierto.
Tampoco ignoro que quedan muchos días de aquí al día 20 para intentar modificar un texto que, como todo sabemos es, en esencia, inaceptable.
Este es el punto de partida, el fundamento que propone servir de base a un debate en el que se añaden prejuicios, odios, silencios y una relación de fuerzas. En resumen, siendo lo que se puede presumir que será el seno de un Comité preparatorio dominado, repito, por los representantes Ahmadinejad y Kadhafi no queda claro como, inlcuso enmendada, la Declaración que se nos presenta podría servir de propuesta para una acción antirracista mundial y concertada.
Y es por eso que, ante la pregunta hecha el lunes día dos por la secretaria de estado, Rama Yade, a un grupo de intelectuales sobe si hace falta ir a Durban II, si hace falta y hasta qué punto, batallar para que se respeten las “líneas rojas” trazadas por la diplomatura francesa, o si acaso hace falta decidirse a boicotearla como en Estados Unidos y en Canadá. A su pregunta yo, personalmente, respondo que sí. Desgraciadamente la opción del boicot es la que me parece más razonable, la más digna y, al mismo tiempo, la que está más acorde con la vocación francesa.
La más conforme con la vocación francesa porque es inconcebible que en el país de Voltaire entre, si se puede, en el engranaje de un debate donde a los representantes de la Iglesia se les reconocerá el derecho a limitar la libertad de expresión y de conciencia.
La más digna porque no se puede creer que treinta y cuatro años después de la “ignominia” (Michel Foucault) en donde la Unesco resolvió asimilar el sionismo como una forma de racismo, la patria de los derechos humanos consienta que se legitime, a raíz de la guerra en Gaza, en este debate político, el desarrollo e incluso el principio y la estigmatizació n global, moral (única en su género) del Estado judío.
Y la más razonable porque la lucha contra el racismo es una cuestión demasiado sería para que su iniciativa se deje en manos de una cuarentena de dictadores cuya principal preocupación es la de hacer olvidar las discriminaciones, las humillaciones y las violaciones masivas de los derechos del hombre y de la mujer que tienen lugar en sus propios países.
En interés hacia esta lucha, en consideración con la bella y noble causa que es la causa antirracista, en homenaje todos los que, de Fenon a Mandela, definieron el espíritu de esta causa, hay que negarse, muy rápidamente, muy firmemente, y sin apelación, a la farsa de Durban II.
Publicado originalmente en Le bloc-notes de Bernard-Henri Lévy (LePoint.fr).