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Provinciales Jesuitas de América Latina, CPAL
Ucrania sin maniqueísmos
“Hoy Rusia invade Crimea a pretexto de salvar la vida de sus ciudadanos y podemos ver que subsisten, bajo los tanques, odios étnicos y la genocida razón de Estado”, escribe Roberto Romano, filósofo, profesor de Ética y Filosofía en la Universidad Provincial de Campinas (Unicamp). Artículo publicado en el periódico El Estado de S. Paulo, 10-03-2014.
En análisis recientes sobre Ucrania desaparece un elemento importante. Mucho se comenta sobre la cuestión étnica que divide el país. Poco se adelanta sobre el antisemitismo allí imperante en vastas capas de la población, algo radicalizado en la 2. ª Guerra. En la lucha nazi contra los judíos, el peor fue realizado por los colaboracionistas. Aún el dirigente genocida del 4. º Einsatzkommando germánico “confió a sí aún la ejecución de adultos y mandó que los auxiliares ucranianos tiraran contra los niños”. Según Ernst Biberstein, jefe del 6. º Einsatzkommando, los alemanes se atemorizaron con “la sede de sangre de aquella gente” (Hilberg, Raul: The Destruction of the European Jews).
Como la historia política internacional resiste una versión
simplificante de “mocinhos” y “delincuentes”, es preciso cautela, hoy,
delante del papel a ser desempeñado por los varios países en la crisis
en foco. Estados Unidos jamás fueron neutros o respetaron de hecho la
independencia ucraniana. En la guerra fría y siguiendo la razón de
Estado, aprovecharon antiguos auxiliares ucranianos de los nazis para
desestabilizar la Unión Soviética (URSS). En 1951, cerca de 35 mil
policiales y cuadros del Partido Comunista fueron eliminados por las
guerrillas conectadas a la Organización de los Ucranianos Nacionalistas
(OUN) y por milicias como el Ukrainska Povstancha Armia (UPA), el
Ejército del Pueblo Ucraniano. Las guerrillas de la OUN eran más fuertes
en Ucrania del oeste, hoy conocida como Galicia. La región es disputada
desde larga fecha por rusos, alemanes, poloneses y por los propios
ucranianos. De ella, buena parte se quedó bajo control de los poloneses
entre las guerras mundiales. Rusia la consideró suya después de haber
invadido Polonia del Este con base no Pacto Ribbentrop-Molotov, de 1939.
Los nazis ocuparon el área, pero los rusos aumentaron las propias
fronteras rumbo a Polonia, incorporando Galicia. Muchos ucranianos
sufrieron con el autoritarismo soviético, lo que dio nuevo aliento a las
fuerzas que condujeron una efectiva rebelión contra la URSS bajo
liderazgo de la OUN y de lo UPA. Los soviéticos presentan la OUN y lo
UPA como serviciales de los alemanes (Styrkul, Valerii: The SS
Werewolves). Para otros, al contrario, ellos fueron una “tercera fuerza”
democrática, en pro de la independencia nacional (Poltava, Peter: The
Ukrainian Insurgent Army in Fight for Freedom).
Las dos tesis son inexactas. La OUN y lo UPA surgen en la militancia
anticomunista del coronel Eugen Konovalets, en 1920, cuando parte de la
región pertenecía a Polonia. Su programa busca la independencia de
Ucrania, exhibiendo odio especial a Rusia y a los judíos. El sector
tenía eslabones fuertes con el servicio de inteligencia del almirante
alemán Wilhelm Canaris (Dallin, Alexander: German Rule in Russia). La
OUN usó el terror, como en 1934, al matar el ministro polonés general
Bronislav Pieracki y otros. La Pandilla de las Naciones la denunció como
terrorista. Los tribunales poloneses condenaron a la muerte los líderes
Mykola Lebed y Stepan Bandera. Los dos huyeron en la confusión de las
invasiones de Polonia por Alemania y por la URSS. Lebed sirvió en la
escuela de policía de la Gestapo cerca de Cracóvia. Bandera organizó los
simpatizantes de la OUN en escuadrones dirigidos por la Abwehr. Los
nazis colocaron dinero en la OUN para la invasión de la URSS a partir de
1941. Sus militantes operaron en la inteligencia y crearon
administraciones locales, siempre asesinando judíos.
La OUN quería ser
el gobierno de Ucrania, aliado a Alemania. En carta Hitler, el líder
Wolodymyr Stachiw afirma que el acuerdo entre la OUN y los nazis
significaría la “consolidación de la nueva orden étnica en Europa del
Este (völkische Neuordnung in Osteuropa), así como destruir la
influencia de los “sediciosos bolcheviques judíos”. Stachiw, en la misma
carta, llama Hitler de “campeón del principio étnico”, pidiéndole apoyo
“para nuestra lucha étnica (völkischen Kampf)” (Stachiw para A. Hitler,
23/7/1941, registrada en la Cancillería del Reich bajo número RK 9380A,
cf. Simpson, Christopher en Blowback: the First Full Account of
America's Recruitment of Nazis, libro a ser leído con urgencia y de lo
cual retiro parte de las consideraciones aquí enunciadas).
Hitler no lo atendió, pues consideraba todo eslavo “sub-hombre”, nada
quería dividir. Y mandó prender varios sectores de la OUN. Aun así,
militantes de esa organización continuaron a masacrar civiles y judíos
sospechosos de ayudar los rusos. La OUN tiene su propio programa
antisemita y dio muestras de la cosa en Lvov (1941). Las semillas de la
OUN todavía brotan en suelo ucraniano. No basta decir que los atentados
contra los soviéticos se justificaban por que sean ellos invasores.
Antes de todo, ellos eran rusos, cuyo antojo de venganza no desapareció
después del fin de la URSS.
Es preciso descender más hondo. Si persiste en Ucrania un núcleo
antisemita, lo mismo ocurre en Rusia. De hecho, en el instante en que
los EUA financiaban la OUN para boicotear la URSS, el stalinismo
practicaba atrocidades contra los judíos. El “Complot de los Médicos” es
un episodio nauseabundo (Brent, Jonathan y Naumov, Vladimir: Stalin's
Last Crimen, the Plot Against the Jewish Doctors). Bien dijo Alexander
Soljenitsyn que “los delincuentes de Shakespeare serían peores se
tuvieran ideología”.
Recordando Merleau-Ponty, en el comercio ideológico (que probó toda
la virulencia en el Pacto Ribbentrop-Molotov) ocurre una “comunión negra
de los santos”. Quien actúa por ideología se juzga inocente,
santificado. Las víctimas narran otra historia.
Hoy Rusia invade Crimea a pretexto de salvar la vida de sus
ciudadanos y podemos ver que subsisten, bajo los tanques, odios étnicos y
la genocida razón de Estado. Rusia, Alemania, EUA (la lista es grande),
ninguno de ellos puede afirmar neutralidad y antojo de paz en la
región.
El antisemitismo virulento en Ucrania retoma el renacimiento racista
en Europa. Fascismo, antisemitismo, guerra, tenemos ahí la receta de las
hecatombes que diezmaron millones el siglo 20. Pensar tales hechos sin
maniqueísmos ideológicos es esencial, se deseamos realmente una cultura
de paz