Caja de herramientas
Un amigo me regaló hace ya varios
meses este magnífico manual titulado “Caja de herramientas para el
control ciudadano de la corrupción”. Acompañado de un CD y con numerosos
ejemplos prácticos, lo he leído en busca de respuestas ante un flagelo
que cada día nos golpea más. Ahora mismo, estamos rodeados de llamados a
eliminar el desvío de recursos y el robo en las empresas estatales. De
ahí que me he sumergido en las páginas de este libro para aprender qué
debemos hacer los individuos ante actos así. Sin sorpresa, descubro una
palabra que se repite una y otra vez a lo largo de cada capítulo:
transparencia. Una campaña efectiva anti-corrupción debe ir aparejada de
los consiguientes destapes y denuncias en los medios nacionales. A cada
malversación hay que anteponerle la información, a cada desfalco la más
intensa de las críticas públicas.
Sin embargo, los llamados a eliminar el
secretismo que hiciera el General Presidente en la última conferencia
del PCC no parecen estar encaminados a arrojar toda la luz necesaria
sobre los actos de esta naturaleza. Hay una evidente selección de lo que
se puede decir y lo que no se puede decir, una clara línea entre lo que
se permite publicar y lo que no. Por ejemplo, hasta el día de hoy, no
se han dado detalles en la prensa nacional de la corruptela en el
Instituto de Aeronáutica Civil que llevó a la destitución de su
presidente Rogelio Acevedo. Ni una palabra aún del último escándalo en
el sistema bancario que ha puesto bajo investigación a varios de sus
empleados, aunque todavía no ha sido “tocado” ninguno de sus altos
directivos. Y para qué hablar del cable de fibra óptica entre Cuba y
Venezuela que no nos ha traído Internet sino rumores sobre funcionarios
defenestrados por robarse parte de su presupuesto. No son sólo
cuchicheos: basta transitar por el recién reparado túnel de la calle
Línea para percatarse de que una buena parte de los materiales
destinados a su restauración no terminaron siendo usados en la misma.
¿Por qué la televisión no habla de TODO eso?
Se vuelve a caer en el mismo error: la
verticalidad. La lucha contra la corrupción no es sólo tarea de un
Estado o de la Contralora general de la República. Todos los ciudadanos
debemos implicarnos, con la certeza de que cualquiera puede ser señalado
por meter las manos en las arcas nacionales. Si sigue primando la
impresión de que hay “intocables”, ladrones que no pueden ser juzgados
por aquello de su historial político o su tendencia ideológica, entonces
no podremos avanzar. El día en que vea a uno de estos insumergibles
criticado en la tele por desviar mercancías, adulterar precios o mentir
sobre cifras productivas, entonces empezaré a creer que estamos en el
camino de eliminar tan extendido problema. Mientras, miro el manual que
ahora tengo entre mis manos y sólo me parece un listado de acciones
improbables, un reservorio de ilusiones impracticables aquí.